Acciones artísticas de memoria para conjurar la paz
por Astrid Suárez Álvarez
Fotos: Astrid Suárez Álvarez. Hasta encontrarnos. Video instalación. Coyoacán, México, 2020
¿Cómo romper los hechizos que nos ha dejado la guerra? ¿Cómo apreciar los escombros de la violencia? ¿Dónde quedan las huellas que afirman la vida?
Estas son las preguntas que emergen al cerrar un ciclo de más de 50 años de conflicto armado en Colombia. En el extranjero me han preguntado “¿pero cómo votaron por el NO a la paz?”. Muchas son las razones, aunque generalmente se señala la manipulación de los medios de comunicación. Sin embargo aquello que le otorgó una victoria al pasado fue la ignorancia que habita en gran parte de la sociedad colombiana: se ignora nuestros orígenes ancestrales, nuestra historia, nuestros muertos. Ese olvido selectivo para sobrevivir nos ha alejado de las verdades que susurran los escombros, de las historias de quienes regresan de la guerra y de aquellas que guardan las historias de quienes aún no llegan a casa.
En este momento de pos-acuerdo se hace necesario dignificar la vida de los seres humanos que esperan como en la tragicomedia francesa: un tal Godot, que no vendrá hoy, «pero mañana seguro que sí» (Beckett, 2015). Es decir, se requiere resaltar a la campesina, tan sabia como la madre tierra y cuya esperanza alcanza para todos. Pero también llora en su chagra, siembra flores, se pinta los labios y recuerda que a su hijo, quien no tiene tumba ni cruz que señale su partida, lo arrojaron al río.
Igualmente hay que destacar a la mujer que detrás de los ventanales de un gran edificio plancha montañas de ropa que hace ver saludable y amado a quien la lleva. Pero aquella empleada del servicio doméstico se maquilla al terminar la jornada, se fuma un cigarrillo mientras se pregunta ¿cómo estarán mis hijos en el pueblo? y no olvida la desaparición de su esposo. Luego de 20 años piensa que su tumba puede estar en alguna parte. Pero no hay ni cruz ni corona de azucenas que conmemore a ninguno. Ellas dos forman parte de nuestra historia. Ambas recuerdan el día en que sus seres queridos fueron desaparecidos, fechas que traen consigo mariposas amarillas que les indican igual que a Meme que ellas no necesitan ver a sus Mauricios Babilonias para descubrirlos.
Estas memorias que resisten el olvido, que saltan muros de indiferencia y abismos de silencios, han encontrado refugio en la experiencia artística. Actividades como grupos de bordado, plantones, exposiciones fotográficas, marchas, cumpleaños con el ausente, pintura de murales y tomas de lugares públicos; en su constancia y afectividad para compartir el trauma vivido se han convertido en acciones artísticas de memoria. Así el arte se ha convertido en depositario de amplias experiencias de dolor, fuente permanente de denuncia, y gran reparador de planes de vida a través de la imaginación.
Cuando los caminos jurídicos se han agotado y nos han agotado, es el arte el que ha traído el momento de reflexión y de digna rabia para señalar la ausencia y la presencia excesiva del estado, la normalización de la violencia, y la institucionalización del olvido como condición para sostener la idea de nación. Aún más importante, el arte nos ha tejido en nuestra dignidad, y nos ha traído imaginación y esperanza, palabras mágicas para conjurar la paz y trazar futuros posibles para nuestro país.
Hasta encontrarnos:
En esta intervención artística proyecto la frase Hasta encontrarnos en las calles porque siento que el encuentro es mutuo: queremos encontrar a la persona desaparecida y también a ese algo de nosotros que se fue con ella. Esta frase es una alusión a la consigna «Hasta encontrarlos», enunciada por familiares de las y los desaparecidos en Colombia y México.
Astro Suárez