Mapeos de memoria y resistencia
Cuando las paredes hablan…
por Erik Arellana Bautista
Las grandes ciudades colombianas son grises, es su naturaleza urbanística. Gris el suelo, grises las paredes, grises los cielos, grises las fronteras de control, grises los cementerios sin nombre, grises las fosas comunes. Una escala infinita de grises matizados con el rojo de los ladrillos que, en los barrios marginales, sobrepoblados de casas en obra negra, visten las fachadas y los paisajes. Una ciudad como Bogotá se viste y se despoja de sus escalas de color porque tiene grietas de colores. Cada día la contaminación visual de las empresas neoliberales y la publicidad política pagada compiten el espacio visual con quienes viven y habitan los reducidos espacios públicos que la militarización del país y la sociedad polarizada permiten.
En los muros tímidos de la calle 26, una de las avenidas principales de la caótica Bogotá, las paredes fueron dejando ver reclamos sublimes frente a la represión estatal de las justas luchas sociales. Desde los años 60, 70 y 80´s se podían ver frases escritas con premura, reclamando la libertad de los presos políticos, el regreso con vida de los desaparecidos, la imperiosa necesidad del fin de la guerra y de la injusticia social que aún persisten. Hoy, las paredes siguen hablando de los mismos reclamos pero con nuevos nombres. Al parecer sólo cambian las cifras.
De todos esos reclamos, recuerdo particularmente uno, pintado en letra negra sobre el muro amarillo de un parqueadero del centro, que decía… mi mamá me mimaba, pero la desaparecieron»
Con el tiempo, esos mensajes se fueron transformando desde lo tipográfico a verdadero arte urbano. Ya no fueron las palabras, las frases y las denuncias verbales sino las formas, las figuras, los retratos y paisajes, que emergieron frente a una sociedad acostumbrada a la inmediatez de la publicidad. Y empezaron a vislumbrarse en los muros de Bogotá y de otras ciudades para luego expandirse por pueblos y en lugares –memoria. Sitios de la cartografía de la violencia que han sido referenciados por testigos o sobrevivientes, para abrir un “memoria-lugar” y así, como grietas, los murales pasaron a convertirse en referentes de un grito de dignidad.
En la última década aparecieron en la ciudad murales con rostros de desaparecidos por razones políticas que posteriormente, por intereses privados, fueron también eliminados de las calles. Pero volvieron a aparecer y seguirán apareciendo en muros y paredes. Colectivos como Dexpierte y Beligerarte, entre otros, han optado por la desaparición forzada y los derechos humanos como temática de sus obras en el espacio público. Ciudades como Bogotá, Cali, Medellín o Barrancabermeja son escenario de sus intervenciones, en gran parte de las ocasiones con un trabajo previo con las comunidades y con los afectados, con las víctimas del conflicto armado, social y político.
Mauricio Poveda y Ana Renata Cuesta del colectivo Dexpierte nos describen su trabajo así:
Dexpierte empieza siendo un proceso de experimentación gráfica que nace en la ciudad de Bogotá, Colombia y cuyo interés principal se ubica en encontrar diferentes flujos de comunicación política más abiertos. Dexpierte, surge como una iniciativa gráfica de resistencia frente al olvido y a la constante desmemorialización que se vive Colombia. Somos una invitación a recorrer los olvidos generados e interpuestos con el tiempo y la historia de la cual hemos hecho parte lxs colombianxs; olvidos marcados por la mentira, el silencio y el dominio como parte estructural de un sistema político y económico genocida con su propio pueblo.
Artistas reconocidos como Guache– Guerrero en lengua muisca-, empezaron a emerger del trabajo social y barrial y fueron consolidando una gran obra merecedora de admiración por su compromiso con los más afectados, con el dolor y a su vez la alegría al identificar en cada uno de sus murales la vida misma. Ha recorrido gran parte de Colombia encontrando en los saberes de los pueblos indígenas gran parte de su inspiración. Los rostros de hombres y mujeres indígenas son una parte significativa de su extensa obra pictórica, mezclada con arte popular latinoamericano. La selva misma es uno de sus escenarios preferidos. También en el pacífico colombiano ha realizado trabajos con las comunidades afrocolombianas. En Buenaventura, en los muros de la ciudad, ha dejado su huella abriendo grietas en ese puerto del Pacífico, donde sus pobladores son torturados y desmembrados en casas de pique (tortura y desmembramiento masivos) y cuya comunidad es sometida bajo el control territorial que ejercen los paramilitares asociados al narcotráfico. Uno de los aspectos destacables en ese recorrido por las calles colombianas es que el trabajo de Guache habla de realidades bañadas también de alegría y esperanza en medio de la guerra. Por ello, las fusiones de color en las calles son grietas, fisuras por donde el color se escapa de la opresión causada por la tragedia de la guerra.
El grafiti es una cultura urbana extendida en Bogotá como movimiento-social urbano, con espacios de concertación con el Instituto Distrital de Artes (IDARTES) y otras dependencias administrativas de la ciudad. Durante la administración de Gustavo Petro, a través del IDARTES, el instituto cedió espacios para que los artistas del grafiti y el Street art bogotano tuvieran un lugar concertado. El Centro de Memoria, Paz y Reconciliación del Distrito realizó un concurso para la realización de uno de los murales más grandes de la ciudad, en esta ocasión sobre el genocidio a la Unión Patriótica (UP). Hace algunos años un grupo de neonazis, durante las campañas electorales a la Presidencia y al Congreso, tachó el mural y reescribió mensajes ofensivos hacia los sobrevivientes y víctimas del exterminio de esta iniciativa política.
En las luchas que ha emprendido el movimiento del Street-art también debe contemplarse la posibilidad de acabar herido, detenido o, como le ocurrió al joven Diego Felipe Becerra de 15 años, asesinado. Diego Felipe fue asesinado en un operativo policial para ser después presentado como un delincuente muerto en un tiroteo. El caso del joven, en el que se vio involucrada la Dirección de la Policía de la ciudad, permanece en una total impunidad.
En la última década, las organizaciones sociales establecieron contacto con el movimiento de Grafiteros y han realizado decenas de actos que combinan diferentes técnicas en vivo, pudiendo considerarse intervenciones urbanas performáticas. Entre estos colectivos encontramos a Antena Mutante quienes, a partir de proyectos cartográficos, realizan análisis del uso del espacio público. Este colectivo interviene los espacios con temáticas que pasan por el encierro, el cuestionamiento del sistema carcelario o la imposibilidad de desplazarse porque las fronteras, visibles o invisibles, son controladas por actores armados. En estas intervenciones la conexión en red es un factor fundamental. Sus conexiones con colectivos en otras ciudades es constante y continuo, ampliando así el escenario analizado sobre territorios distintos. En las conexiones con Brasil, México, Argentina o Palestina, se analiza la militarización de los territorios, siendo ésta una de las principales líneas de investigación-intervención. Conectando la calle e Internet como espacios públicos y con colaboraciones con otros colectivos de artistas, han desarrollado experiencias como la Intevención en la Plaza Eduardo Umaña o la Acción en solidaridad con Ocuppy- New York, durante el festival Low Lives -en el que Guache y Dexpierte también estaban presentes-.
Para Dexpierte, el recorrido de su trabajo surge en relación a las víctimas de Estado:
Al principio las temáticas que se abordaron tocaban distintas realidades frente los crímenes de Estado ocurridos en la historia de Colombia. Desapariciones forzadas, Genocidio Político, Magnicidios políticos, Masacres, Represión y en general violaciones a los Derechos humanos. Con el paso del tiempo y nuestra estancia en México, las temáticas abordadas se empiezan a pensar desde un análisis de una realidad más latinoamericana. Entendimos que las situaciones entre diferentes países es muy similar y por ende también la represión y las resistencias generadas en cada latitud, también apuntan a lugares de encuentro. Por ello se empezaron a proponer intervenciones que no remitían necesariamente a un lugar específico sino cuyo mensaje pudiera trascender las fronteras. Lugares como Chiapas (Méx), Michoacán (Méx), Barrancabermeja (Col), Toribío (Col), Caracas (Venezuela), entre otros, han sido los puntos geográficos en donde por medio del uso de la fotografía el mensaje trasciende las fronteras y propone una realidad similar por medio de la intervención en el espacio público.
Nosotrxs como colectivo creemos que existe una herencia histórica que como colombianos nos caracteriza. Hay historias de luchas y violencias que permanecen en nuestra memoria. Décadas de dualidades entre la guerra y la alegría de vivir en medio de luchas cotidianas y anónimas nos llevaron a pensar en una manera también dual de graficar las ideas (Por eso lo grís y el color). Nos inspira también trabajar de manera colectiva y expandir la experiencia gráfica e investigativa que hemos adquirido en estos 4 años. Creemos que el aprendizaje y los distintos saberes deben ser compartidos en su totalidad para generar una trascendencia en la gente y así mismo que tu trabajo tenga un sentido compartido y amplio, no por un interés individual sino también un interés colectivo.
Beligerarte y la Fundación Nydia Erika Bautista para los derechos humanos (FNEB) realizaron la iniciativa «Pasó, repasamos lo que pasó y exigimos que no se repita» y trabajaron con familiares de desaparecidos sobre el derecho a la memoria en espacios públicos a través de intervenciones en la ciudad de Bogotá. Una de ellas fue un mural con el rostro de Nydia Erika Bautista -iniciado durante el escrache contra el General Velandia y que luego fue re-intervenido en la calle 72 con avenida 13 (centro financiero de Bogotá), en homenaje a las mujeres desaparecidas– permaneció algunos meses para luego ser «cambiado» por la valla de un parqueadero de carros para ejecutivos. En otra intervención, en el centro de Bogotá, se escribió la cifra de 20.000 desaparecidos con rostros de víctimas y con la consigna «jamás olvidaremos».
También, en Pueblo Bello, Antioquia, se intervino en un muro de la gran calle del pueblo. En una noche maratónica, custodiados por militares que observaban atentamente el acontecimiento, reaparecieron los 43 rostros de los hombres desaparecidos por orden del Clan Castaño, quienes dieron la orden de llevarse a los campesinos con complacencia del Ejército (ese mismo que nos custodiaba y observaba atentamente). Los 43 no regresaron jamás y 25 años después los Familiares siguen pidiendo justicia.
Beligerarte surge en Bogotá en el año 2009, finalizando el segundo periodo de gobierno de Álvaro Uribe. Este periodo estuvo muy marcado por la violación sistemática y masiva de los derechos de mujeres y hombres. En ese tiempo, las estructuras paramilitares se transformaban, tras una completa re-ingeniería derivada de una supuesta desmovilización (que no trajo más que impunidad), poniéndose al servicio de un proyecto económico neoliberal altamente destructor en los territorios. En ese contexto nos encontramos cinco jóvenes con inquietudes artísticas comunes. A partir de una agenda centrada en el posible papel que podía jugar el arte en la calle, como estrategia de acción política y comunicativa para la reivindicación de los discursos no oficiales, empezamos a experimentar. Experimentamos con imágenes digitales y nos apropiamos la técnica de esténcil. Salimos a las calles a intervenirlas con esas imágenes que, desde el principio, buscaron dejar mensajes claros para los «ciudadanos de a pie». Mensajes que, además, colocaban lecturas contra-hegemónicas de la realidad del país, y del mundo, en el espacio público.
Todos estos ejemplos expresan una idea central: el espacio público está dominado por un ambiente de guerra permanente, controlado por diferentes actores armados que determinan el tránsito y circulación de los habitantes. Los murales abren grietas y también heridas.