Reflexiones sobre la información presentada por el medio de comunicación W Radio, con base en la declaración que brindó el sargento José Leonairo Dorado Córdoba, compareciente ante la JEP desde 2018.
La declaración del sargento Dorado habla sobre líderes de izquierda asesinados y desaparecidos por orden de Iván Ramírez quien recientemente fue condenado a 31 años de prisión por el caso de la guerrillera del M-19, Irma Franco, en los hechos de la retoma del Palacio de Justicia. En el desarrollo de la noticia se presentan varios casos y hechos de violencia sociopolítica que involucran la responsabilidad de miembros de las fuerzas armadas bajo el mando y la instrucción del general Ramírez.
El periodo, transcurrido en una larga década, va desde noviembre de 1985 con la toma y retoma del Palacio de Justicia hasta el asesinato del abogado y defensor de derechos humanos Eduardo Umaña Mendoza en 1998. Los hechos descritos involucran al General de dos soles Iván Ramírez como autor material e intelectual, como se afirma en el testimonio publicado por la W Radio el 21 de junio de 2024.
Los familiares de Nydia Érika Bautista hemos sobrevivido con la marca de la violencia sociopolítica y una herida que no cierra o, como diría Juan Camilo Zuluaga, se limpia para que no se infecte pero no sana. Es la herida que aún permanece abierta y no porque los familiares de las víctimas no hayamos podido “pasar la página” o porque no seamos capaces de perdonar y seguir adelante. La pregunta es ¿qué es adelante? El indígena Kankuamo Daniel Maestre dice que “el pasado está delante de nosotros”.
Después de haber leído el artículo y de escuchar el audio, tengo la sensación de haberme bajado de una de esas máquinas de los parques de diversiones en las que uno pierde el sentido de orientación. El piso sobre el que he andado desde el 30 de agosto de 1987 se mueve, se fisura, se desmorona, se deshace y ya no sé si el siguiente es un paso para levantarse, para sostenerse o para seguir andando. O, por el contrario, para confirmar los temores y pesadillas vividas y revivirlas. Para revolcarse en las cuatros líneas que describen lo peor de la sevicia y el horror de la tortura hasta que la “víctima no aguantó más”, es decir, que si hubiera soportado otro poco, habrían seguido los vejámenes, la violencia sexual.
Al leer esas líneas pienso ¿qué hará la Fiscalía? ¿qué pasa con los fiscales que intentaron precluir el caso? ¿qué hará la JEP? donde rechazaron la acreditación a mi familia en repetidas ocasiones. ¿Qué dirán quienes nos han negado la posibilidad de que Nydia sea reconocida como víctima en los registros oficiales? O los que nos excluyeron de medidas de protección porque no presentamos suficientes pruebas? Los que no aceptaron mi testimonio como sobreviviente de un intento de desaparición forzada, siendo integrante de Asfaddes y estudiante de la Universidad Nacional en 1997, que originó mi primer exilio.
Todo lo que declara el señor militar y que fue revelado por W Radio revive heridas, miedos, traumas, persecución, escuchas ilegales, amedrentamientos, violación de domicilio, tortura sicológica. Amenazas, violencia física y simbólica. Una serie de eventos desafortunados
denominada Terrorismo de Estado.
Nos vimos obligados como familia a huir del país por nuestra convicción de que lo sucedido en mayo de 1986 y en agosto y septiembre de 1987, durante las detenciones que sufrió Nydia Erika Bautista, se trataba de violaciones a los derechos humanos. Por ello fuimos perseguidos, desde sus padres, pasando por sus hermanas, hasta su sobrina y yo, su hijo. Lo que en la declaración, según el artículo, se sintetiza en una frase, “desaparecer a toda la familia Bautista”. ¿Cuántos intentos fallidos, cuántas amenazas y acciones de hostigamiento reposan sin ser investigadas en decenas de denuncias que tienen descripciones casi fílmicas de los momentos en los que nos
advirtieron que era la “última amenaza”?
Pero no bastaba con eso. También buscaron acabar con quienes se atrevieron a defender nuestro derecho a saber la verdad y a encontrar a Nydia Érika o por lo menos su restos. A Alirio Pedraza, el abogado que desde el Comité de Solidaridad representó el caso, se lo llevaron de su casa en Bogotá, el 4 de julio de 1990. Años después, en abril de 1998, el valiente doctor Umaña Mendoza fue acribillado en su casa en Bogotá, tras haber logrado demostrar el vínculo directo del general Álvaro Velandia Hurtado en la desaparición y asesinato de Nydia Érika.
Tantas preguntas como heridas abiertas tiene una noticia y yo sigo sin poder mirar a los ojos a la gente. ¿Cómo se puede mirar nuevamente a una sociedad que a diario permite feminicidios y violencias basadas en género? No sé qué decirles a las nuevas generaciones.
Las heridas están abiertas y duelen.
Erik Arellana Bautista